jueves, 6 de junio de 2013

BENITO ESTRELLA, EL HACEDOR

Os invitamos a la presentación del mejor libro de poemas, hasta la fecha, del escritor Benito Estrella, el día 20 de junio a las 20: 30 en el salón-capilla del Parador de Zafra. Asistirán como presentadoras Rosa Lencero y Beatriz Osés.
        Sin ninguna duda pensamos que es un libro excelente, muy meditado y elaborado. El "hacedor" o poeta crea un mundo mágico con las palabras y el ritmo, un mundo de verdades sugeridas, reveladas a través de la mejor forma de conocerlo, la poesía, que proporciona un encuentro con lo trascendente. Busca con la mirada de un pájaro la Verdad que subyace en el mundo interior de los hombres, esa cosa que nos habita, buscando la Otra Ribera, el Otro Costado, ese mundo inquientante pero verdadero. En definitiva un libro místico lleno de referencias a Juan Ramón, San Juan de la Cruz, a la generación del 27, Salinas, diríamos también que Cernuda, los místicos. Se sumerge en lo oriental para empaparse de espiritualidad. Benito, en su plenitud, henchido de lecturas, ha conseguido un mundo de imágenes y sonidos perfectos.
Os invito a leer este poema inaugural de su libro, que es una declaración poética:

Si guardáis como yo
los preciosos recuerdos
del mundo de la infancia, 
los tesoros que, luego,
sepultados debajo
de todo lo crecido y sus escombros,
se desprecian y olvidan
en los ruidos y afanes
de foros, proscenios y mercados;
si sabéis como yo,
que las cosas profundas y sencillas
palpitan en silencio y perviven
en la alcoba en penumbra de los días,
preservadas del mundo,
con toda la sustancia numinosa
de su fuente secreta,
entenderéis quizá
que un hecho tan efímero,
tan nimio y tan borroso,
como este que acude a mi memoria
con extraña insistencia,
inspire mis palabras.
Yo vivía mecido, como todos los niños
- y a pesar de toda la pobreza en que nací -,
por un total anhelo de magia y de milagro.
Era un día de agosto.
Brillaba un sol festivo.
Gozosas las campanas invitaban
a la celebración del día consagrado.
Derramaba el estío
entre la tejavana
sus escalas de luz;
y se transfiguraba
el polvo del doblado
en diminutos pájaros de oro.
Tuve la sensación
de estar en el pináculo del mundo
contemplando su afuera y su revés.
Todo era uno y yo conmigo.
Y a veces era yo un pájaro en lo alto
que miraba por el ojo de un dios.
Y a veces era el sol de la sustancia
mirada por el pájaro.
Tal vez mi infante corazón de pluma,
en su clara vigilia de inocencia,
quiso volar muy hondo. 
Tal vez mi corazón todavía tierno
quiso ofrecerse al pan transustanciado
para el día de mañana.
Y el pájaro que era y que no era,
que sabía y no sabía,
se bajó de la altura
y las pobres migajas
picoteó en mis manos.

Desde entonces -en esta indefinible
melancolía, este 
avergonzado luto-
he ido por la vida 
sin saber nunca bien
qué hacer sin su presencia.

Unos llaman al Pájaro
dios con pico de hombre,
otros Simurg, el Rey de los pájaros,
origen y destino de todo lo que vuela;
otros Paloma Santa,
y en los Upanishad,
el dos veces nacido.
Yo lo he llamado Izana,
que es nombre antiguo de mujer,
de agua bautismal,
otro nombre del Ser que es un No-Ser
-sea cual fuere, sea santificado-
y del que vemos sólo
el dorso de su ausencia impenetrable.

Sobre este testimonio de los hombres,
cansado de pisar
las pedregosas rutas del olvido,
quiero reconstruir de nuevo en mi memoria
una morada de arboleda y aire
para aprender la ciencia de los vuelos,
para poder volar como los pájaros.